«Anoche yo estuve trabajando cubriendo las protestas y he estado casi toda la noche muy adelante y en primera línea del centro de Lima. quería compartirles lo que vi.
lo terrible y que recordaremos será una policía violenta y abusiva, actuando con la venia de un estado dispuesto a matar. vi perdigones disparados al cuerpo, emboscadas criminales, gente vomitando en la pista sin poder respirar, policía que disparaba con armas desde sus motos.
todos lo vimos. e las imágenes estan en las noticias, en las redes sociales, y en nuestra memoria para siempre.
pero vi algo más y que quizá no logré verse en las capturas gráficas de anoche o en el reporte que hagan los medios.
vi un montón de amor:
he estado en infinidad de protestas, y lo que vi ayer no lo he visto nunca. la gente apartándose cuando pasaba una ambulancia o una camilla y aplaudiendo a los rescatistas y heridos. la brigada voluntaria, con sus cruces rojas pegadas con cinta adhesiva sobre cascos de bicicletas, entrando a rescatar gente. la brigada veterinaria, atendiendo a los perritos callejeros afectados por las bombas. los músicos, que tocaban hasta en los momentos más álgidos. las personas que después de las bombas lacrimógenas sacaban agua y sprays y buscaban a quien estuviese afectado para ayudarlo y cuidarlo. los infinitos extraños que cada vez que alguien no podía respirar o ver, se acercaban a tomarle la mano y sacarlo a un lugar seguro, incluso mientras se ahogaban también. los chicos de veinte años, corriendo sin dudar hacia las bombas para desactivarlas según los vídeos que habían visto en Youtube. la chica que con tanta delicadeza en medio de balas acomodaba la mascarilla de un desamparado mayor que había quedado atrapado por las protestas y lo calmaba. la emoción, las banderas, el amor purito.
no se cómo decirlo, pero creo que hay que hacer el espacio para contener no solo la rabia y el dolor, si no también todo eso. toda esa entrega, ese civismo, toda esa convicción de que podemos ser mejores. de que nos necesitamos y toca poner el cuerpo.»